Es como la marea, todo depende del clima. Ansío
cada minuto que permanezca baja, sentir la arena, admirar el mar sereno, con el
que tanto me siento identificada en esos momentos… Siento felicidad, alivio. Una
constante brisa que renueva mi sonrisa. Me siento plena, llena de vida, al
servicio de lo que necesites. Todas las penas, siguen ahí, pero no logran
herirme, sin prestarles atención sigo mi vida. Es una continua fuerza que me
impulsa a recuperarme y me ayuda a no preocuparme. Es increíble…
El problema es cuando la marea sube. Todo es
completamente al revés. Penetra una sensación de ira y odio, puedo sentirla más
intensamente en mi cabeza sin dejarme controlar. Mi reacción ante cualquiera es
instantánea e hiriente, y casi sin saberlo puedo hasta arruinarlo por completo.
El mar choca descontrolado contra las rocas, generando una especie de espuma
rabiosa. Ya no queda espacio para reflexionar, la marea no logra cesar. Es cuando
mi tristeza estalla y desahoga cada una de mis penas. Ya sin nada de fuerzas,
poco a poco logro recuperarme. Mis sentimientos cumplen al ciclo, mis ideas
cambian completamente.